La violencia, este morbo qye atropella sobre todo el espíritu juvenil, sediento de algo que escapa a la investigación de quien debía tutelar la generación del mañana.
La violencia, que destruye el anhelo a la vida; que empuja a matar, a matarse, a destruir y a destruirse.
Muchos juegan con la vida de los jóvenes, empujándolos a volverse asesinos y a lanzarse violentamente contra sí mismos. Esos brutos escondidos que incitan y alimentan este sanguinario conflicto que ha producido mucho dolor y ha fermentado mucha amargura.
Os hemos dicho más de una vez de tener el máximo interés con vuestra juventud, al fin de evitar manipulaciones para metas bastante siniestras y desarrollar artes diabólicas.
No nos habéis escuchado, os habéis quedado pasivos y hoy muchas vidas jóvenes se apagan en el delirio de una muerte que nos se puede y no se debe en ningún modo justificar.
Muchas palabras, y otros tantos simposios vacíos de contenido moral y espiritual hacia la juventud desesperada y afligida, infeliz porque está deseando ver un mundo mejor saturado de belleza y de paz, vivificando de fraternidad y amor, pero es verdad que a estos anhelos suyos prevalecen motivos de intereses y de poderes, que solo son capaces de hacer desaparecer la vida y de desarrollar el odio y la venganza. Vuestra juventud es la primavera del mañana, y será solo primavera si la tempestad del mal no provocará la marchitación completa y el secamiento total del fruto que el pudría llevar a la nueva generación.
Es importante que renovéis esta advertencia al fin de salvar lo salvable. Es importante también invitar a quien tiene poder de hacerlo, de hacer renacer en el corazón de los jóvenes una esperanza luminosa, vivificada y sujeta de una educación sana y corroborada del bien inseparable de los valores evangélicos.
Queremos esperarlo.
Desde la CristalBell
Woodok y los Hermanos
21 julio 1972